“Las situaciones no son desesperadas, solo hay
personas que se desesperan en determinadas situaciones”.
Proverbio
Tibetano
COMO CONVIVIR CON UN ADOLESCENTE EN CASA
Actualmente sabemos que hay evidencias
entre un buen rendimiento académico y un adecuado desarrollo emocional. Las
emociones se pueden educar. Ser capaz de entender las emociones, canalizarlas y
gestionarlas de forma adecuada es muy importante. Cómo se realice ese
aprendizaje desde la familia será determinante para el futuro de un niño.
Esta claro que nadie nos prepara para ser
padres y en ocasiones nuestro sentido común no es suficiente. Somos el modelo
principal que tienen nuestros hijos, de manera que desde muy pequeños
identifican sus propias emociones en función de lo que observan en las
nuestras, de nuestras propias reacciones. Si nos ven en estado de alerta, ellos
se ponen también en alerta. De la misma manera que cuando son pequeños y se
caen, nos miran y en función de nuestro gesto de susto, empiezan a llorar o se
levantan sin más.
La adolescencia no es una etapa fácil. Ya no quieren pasar tiempo con
nosotros, se aíslan en su cuarto, tienen su propia opinión... Comprender este
cambio de etapa, no a todo el mundo le resulta fácil. Olvidamos con mucha
facilidad nuestro propio paso por ella. Nuestra falta de comprensión en esta
época de cambios pueden generar tensiones en casa y momentos difíciles de
controlar. Y si bien es cierto que establecer límites va a ayudar, el vivir
esta etapa de manera normalizada y desde la comprensión que por parte de los
adultos se merece, ayudará a que el adolescente la afronte con responsabilidad
y ganas de comunicarse.
Diez orientaciones básicas para convivir con un adolescente:
1.- Es muy
importante potenciar la comunicación en la familia. Buscar
espacios para hablar y escuchar activamente, dejar al lado lo que estemos
haciendo, parar, dejarles expresarse libremente, escucharlos activamente y por
supuesto no juzgarles ni criticarles.
Si un niño nos está contando cómo se ha sentido ante una situación y se la
criticamos o se la negamos, el efecto inmediato será el de siguiente: no
volverá a contarnos cómo se siente ante otros conflictos debido a que ha
recibido la señal de que diga lo que diga y se sienta como se sienta, a su
padre/madre no parece importarle. Es como si llegamos del trabajo y comentamos
a nuestra pareja que hemos tenido un mal día y él/ella nos contesta con un “no
será para tanto” ¿Verdad que se siente uno/a mal? En cambio si su respuesta es
un comentario desde la empatía “vaya, tuviste que sentirte mal”, nos hace
sentirnos mejor. No hagamos con nuestros hijos lo que no nos gusta que nos
hagan a nosotros. Evitemos los chantajes emocionales, los discursos,
culpabilizar y dar órdenes. Respetemos sus puntos de vista para que
aprenda a respetar los de los demás.
Abramos la puerta al diálogo en casa. Los niños, los adolescentes y hasta
los adultos necesitamos un espacio para hablar. Podemos ayudarles a expresarse
utilizando preguntas abiertas para que puedan contarnos cómo se sienten.
Recordemos que al igual que nosotros, tienen mucho que contar. Un buen momento
que se puede aprovechar para preguntarles por sus rutinas, sus amigos, sus
planes… es la hora de las comidas.
2.- Las
personas tenemos debilidades, nos equivocamos, metemos la pata muy a menudo,
pero también tenemos potencialidades y a veces se nos olvidan. Reconocer
sus fortalezas, felicitarles por sus logros y sus esfuerzos, les hará
saber que también vemos en ellos esos aspectos. Conseguiremos más centrándonos
en aquello que hacen bien, que en sus debilidades. Necesitan saber que tienen
muchas y buenas cualidades. No les etiquetemos con sus conductas inadecuadas.
Es muy importante recordarles que les queremos “hagan lo que hagan”.
Aceptémosles tal y cómo son.
3.- Ayudarles
en los momentos difíciles.- Ante situaciones complicadas para
ellos, lo que necesitan no es que los critiquemos ni que le quitemos
importancia, sino que les acompañemos. Muchas veces basta únicamente con
“estar”. Que sepan que estamos para lo que necesiten, escuchando, sin hacer
juicios de valor, sin reprimirles sino sabemos que decir. Es el momento de
normalizar sus emociones: “es normal que estés triste, yo en tu lugar…, a mi me
pasó…” y de no dar nada por hecho. Dejemos dejarles tiempo y espacio para que
se expresen. Es necesario transmitirles seguridad, calma, para después
ayudarles a gestionar sus propias emociones, de manera que puedan afrontar las
situaciones o solucionar sus problemas. Debemos recordar que el conflicto es
necesario para aprender. Como dice Lucía Galán: “las alegrías se celebran y las
penas se lloran.”
4.- Hablarles
desde el “YO”.- Ponernos a nosotros mismos como ejemplo les hará
sentir que entendemos sus sentimientos porque también hemos pasado por
situaciones similares.
5.- Hacerles
peticiones una a una.- No debemos aprovechar un conflicto para
recriminarles por actitudes o errores pasados. “Estamos a lo que estamos” en
ese momento. Los conflictos deben ser tratados uno a uno, preguntando y no
acusando. No utilicemos palabras lapidarias como: nunca, siempre, todo o nada.
Cada conflicto tiene su tiempo y debe ser discutido.
6.- Evitar
las riñas y las negociaciones en momentos de enfado.- Si lo que
deseamos es un cambio de actitud, una disculpa o una aclaración el peor momento
para hacerlo es cuando llegan a casa acalorados. Su cerebro no está preparado
para comprender lo que queremos. No es el momento. Primero necesitan llegar a
la calma para poder ver con claridad lo que intentamos explicarle. Una vez
calmados podremos mantener una conversación positiva. Ayudemos con preguntas
abiertas y sin juzgar para llegar a encontrar soluciones entre las dos partes.
Ni que decir tiene que si somos nosotros los que nos encontramos airados,
debemos posponer las conversaciones hasta que nos hayamos calmado. No debemos
ponernos nunca en su nivel. Un adolescente necesita unos padres: No somos sus
amigos, somos sus padres.
7.- Después de la calma es
hora de comentar el tema.- Hagamos un pequeño resumen de lo que
pensamos que le ha pasado y nombremos la emoción que pudo haber sentido (miedo,
tristeza, rabia…). Ayudémosle a pensar en posibles soluciones: “¿Qué
podemos hacer?, ¿Qué necesitas para estar mejor?, ¿A quién podemos pedir
ayuda?, ¿Qué puedo hacer yo por ti?”. Valoremos las consecuencias de
cada una de las soluciones y no nos olvidemos de felicitarle por su madurez a
la hora de afrontar el problema.
Un truco que se puede utilizar a la hora de resolver un conflicto en casa
con recordar la palabra: NEMO.
Emoción
Motivo
Objetivo
8.- Démosle
más autonomía y responsabilidades.- En esta nueva etapa el
adolescente tiene un trabajo interno para dejar de ser un niño. Y esto conlleva
la necesidad de libertad para tomar decisiones y aprender a ser más
independiente. Esta autonomía acarreará sin duda, la necesidad de establecer
límites así como de afrontar las consecuencias de sus propios errores. Tareas
como meter en la lavadora la ropa sucia, mudar la cama, recoger sus cosas...
serán parte de sus obligaciones diarias, de manera que se quedará sin la
camiseta que tanto necesita limpia sino la ha metido en la lavadora, tendrá que
pagar la factura de su teléfono móvil sino controla su uso, se quedará sin
cenar si llega fuera de hora... Es importante recordar que solucionarle la vida
no le aportará ningún beneficio en el futuro. Nuestra tarea en este aspecto es
simplemente acompañar en el proceso y ayudarle a superarlo, pero no evitar que
cometa errores, ni asumirlos por él o sentirnos culpables. Para ello las tareas
y las consecuencias deben estar claros, tanto para el adolescente como para las
familias y ser consensuados por ambas partes. No vale el factor sorpresa. Por
supuesto nos encontraremos con momentos en los que no podremos ceder:
expliquemosle las razones y recordémosle que aún está bajo nuestra
responsabilidad.
9.- Respetemos su intimidad.- Su cuarto es su refugio, su espacio personal que no desea compartir con los adultos. Necesita un ambiente propio donde poder reflexionar, escuchar música, hablar con sus amigos, leer... Se sentirá totalmente independiente si su cuidado queda a su cargo, pero será necesario establecer consecuencias si no cumple con sus responsabilidades. Los padres no debemos ser cómplices de su desorden. Es normal que quiera colocar su cuarto a su gusto, cambiar muebles de sitio,... pero debe contar con nuestro consentimiento y hacerse responsable de su cuidado, orden y limpieza. Ante situaciones de "descontrol" en la habitación, recordaremos el límite pactado y su consecuencia. No hace falta llegar al enfado.
10.- El horario.- Un adolescente debe organizar por sí mismo su rutina diaria: poner el despertador y levantarse, elegir su propia ropa, desayunar, llegar a la hora al instituto, decidir el momento de hacer sus tareas escolares y estudiar,... Tiene que asumir que esas son parte de sus responsabilidades y que sino las cumple, él tendrá que acatar las consecuencias. Le ayudaremos a darse cuenta de cuando tiene que ducharse, ordenar su cuarto,... pero tendrá que ser consciente de que si lo que quiere es independencia, asumir por sí mismo todas las responsabilidades conlleva que no nos metamos en su vida. Debemos ayudarle a que reflexione cuando sea necesario, y permitirle que él siga o no las pautas establecidas en su rutina diaria y que sea quien asuma las consecuencias de cumplirlo o no cumplirlo. Serán estas consecuencias las que le ayuden a reflexionar sobre si va por un buen o mal camino.
Por último no olvidemos nunca que para cuidar lo primero es cuidarse. Tenemos que tener en cuenta el cuidado de nuestra propia vida: nuestra alimentación, nuestro descanso, nuestros momentos de ocio, nuestra salud mental, nuestra forma física… Si nosotros estamos bien, ellos estarán bien. O lo que es lo mismo: Hakuna Matata “no te angusties, vive y sé feliz, aprovecha el momento, vive con positividad, bienestar y con más felicidad”. Si queremos que su vida sea saludable debemos dar ejemplo.
9.- Respetemos su intimidad.- Su cuarto es su refugio, su espacio personal que no desea compartir con los adultos. Necesita un ambiente propio donde poder reflexionar, escuchar música, hablar con sus amigos, leer... Se sentirá totalmente independiente si su cuidado queda a su cargo, pero será necesario establecer consecuencias si no cumple con sus responsabilidades. Los padres no debemos ser cómplices de su desorden. Es normal que quiera colocar su cuarto a su gusto, cambiar muebles de sitio,... pero debe contar con nuestro consentimiento y hacerse responsable de su cuidado, orden y limpieza. Ante situaciones de "descontrol" en la habitación, recordaremos el límite pactado y su consecuencia. No hace falta llegar al enfado.
10.- El horario.- Un adolescente debe organizar por sí mismo su rutina diaria: poner el despertador y levantarse, elegir su propia ropa, desayunar, llegar a la hora al instituto, decidir el momento de hacer sus tareas escolares y estudiar,... Tiene que asumir que esas son parte de sus responsabilidades y que sino las cumple, él tendrá que acatar las consecuencias. Le ayudaremos a darse cuenta de cuando tiene que ducharse, ordenar su cuarto,... pero tendrá que ser consciente de que si lo que quiere es independencia, asumir por sí mismo todas las responsabilidades conlleva que no nos metamos en su vida. Debemos ayudarle a que reflexione cuando sea necesario, y permitirle que él siga o no las pautas establecidas en su rutina diaria y que sea quien asuma las consecuencias de cumplirlo o no cumplirlo. Serán estas consecuencias las que le ayuden a reflexionar sobre si va por un buen o mal camino.
Por último no olvidemos nunca que para cuidar lo primero es cuidarse. Tenemos que tener en cuenta el cuidado de nuestra propia vida: nuestra alimentación, nuestro descanso, nuestros momentos de ocio, nuestra salud mental, nuestra forma física… Si nosotros estamos bien, ellos estarán bien. O lo que es lo mismo: Hakuna Matata “no te angusties, vive y sé feliz, aprovecha el momento, vive con positividad, bienestar y con más felicidad”. Si queremos que su vida sea saludable debemos dar ejemplo.
Tomado del blog. Rebeca Llamedo Pandiella
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